Esto me lleva a otra historia, había una vez un árbol de manzanas, mucha gente lo visitaba y los niños requerían de sus servicios, él soñaba con ser un enorme árbol, volar y llegar tan alto como el cielo, se la pasó todo el tiempo pensando y deseando, que se olvido de ser él mismo, con el tiempo sus ramas se debilitaron, sus hojas palidecieron y sus manzanas perdieron el sabor de la vida. Hasta que un día comenzó a escuchar más a su interior y se dio cuenta de lo que había pasado, escucho a la gente preocupada por saber que le sucedería al manzano, los niños dejaron de subir en el columpio por temor a romper sus ramas y los ancianos se preguntaban cuando nacerían sus hojas para protegerse en la sombra. Entonces comprendió que el verdadero valor de él mismo era él mismo, que no tenía mas que ver en su interior de todo lo que era capaz, que podía ser útil a los demás si se brindaba con todos sus recursos, entonces comenzó a ser más el mismo, sus hojas brillaron con verdes de diferentes tonalidades, sus manzanas eran de lo más sabroso que pueda ofrecer la vida y la sombra ayudó a refrescar la vida de él y de los demás, ahora las aves comparten su historia y viven en sus ramas, y el árbol, nuestro querido árbol cada vez mejor.
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viernes, 25 de marzo de 2011
martes, 22 de marzo de 2011
“Lucy la luciérnaga” Por: Jorge Castorena
En una bella serranía, donde la vida transcurría en una dinámica de interacciones a veces comunes, a veces triviales, a veces trascendentes; habitaba una comunidad de luciérnagas. Cada día las luciérnagas esperaban con ansia la llegada de la noche y donde la humedad de la lluvia era el llamado para brillar con mayor intensidad. La propia vida de la luciérnaga era una nueva metáfora de existencia: “después de la tormenta no sólo viene la calma, sino también la oportunidad de resplandecer en la oscuridad…”
Una de estas luciérnagas, llamada Lucy, sobresalía por ser afable y condescendiente con sus hermanas. Preocupada por aprender de la vida, creía que si sólo veía el proceder de las demás, seguro recibiría lo mejor de ellas para vivir su propia existencia; y no es que eso no fuera aceptable en la vida de las luciérnagas, lo que pasaba es que Lucy pensaba que lo que aprendiera desde afuera era lo único y lo mejor.
Nada le impedía a Lucy estar al pendiente de las demás. Aunque ellas no lo necesitaran, procuraba resolverles sus pendientes, aún a costa de acumular los propios y dejarlos sin resolver. Pensaba que al servirles, seguro ellas le dejarían aprender su manera de vivir y así ella obtendría la filosofía o la verdad del existir. Ella creía que el estar a la disposición de las demás le ayudaría a encontrar el significado de vivir y con ello el sentido de su existencia. Sin embargo las cosas parecían marchar al contrario de lo que Lucy esperaba, cada vez más luciérnagas la evitaban y trataban de tener el menor contacto con ella. Les molestaba la insistencia de Lucy para entrometerse en su cotidianeidad. Ellas sentían que les robaba espacio, intimidad, espontaneidad, libertad de ser ellas mismas. Lucy las hacía sentir obligadas a actuar de tal manera que siempre le dejaran una enseñanza de vida. Las demás luciérnagas no entendían por qué Lucy no se inventaba su propio estilo de vivir.
Así pasaron los días y como suele suceder para las verdades internas, el responsable de su vida es el último en enterarse. Eso mismo sucedía con Lucy.
El tiempo pasaba y ella no se explicaba cómo era posible que si había estado invirtiendo tanto en la vida de las demás, como pago a su esfuerzo ya casi nadie le dirigía la palabra.
Poco a poco Lucy comenzó a sentirse sola, después triste y sola y finalmente triste, sola y sin ánimo para pensar cómo salir de ahí. Por fortuna la soledad y la tristeza le invitaban a reflexionar. --¿Dónde pude equivocarme?—Se cuestionaba Lucy. --¿Qué pude haber hecho mal si sólo trataba de aprender de la universidad de la vida? Esto le habían comentado sus mayores y se había apegado al pie de la letra.
Estas ideas de Lucy dejaban constancia que su preocupación por aprender a lo largo de su vida le había llevado a tomar consciencia sólo de lo exterior. Pues bien, el desaliento y la desilusión comenzaron a invadirla. Quizá pensemos que esto era lo peor que le podía pasar a Lucy, que llegara el final de su vida; pero no es así, justamente el desaliento y la desilusión llegaban para que reflexionara desde su interior y hacerla mirar hacia ella misma y hacia su corazón. Estas emociones venían con una fuerte y sana energía para llevarla a un diálogo interno que inició una bella y oscura noche de tormenta.
El escenario estaba dispuesto para las luciérnagas. Podían salir a volar y resplandecer con la magia de su luz, entre más oscura se tornaba la noche mejor hacía sentir a todas las luciérnagas que cantaban y bailaban de felicidad. ¡Claro! todas menos Lucy, quien por fin contactaba con su interior y experimentaba un dolor punzante en su pecho como si su corazón quisiera salir de ahí y hablarle. Algo le decía que si quería seguir de la misma manera como hasta ahora, podría hacer lo mismo, después de todo ella ya sabía el resultado; o bien, podría hacer todo lo contrario para ver qué pasaba; pero que si buscaba respuestas, éstas sólo se encontraban en su interior.
En ello estaba Lucy cuando escuchó una voz: -vuela hacia el lago-. Al principio la asustó esa voz, ¿acaso se estaba volviendo loca?. La voz volvió a insistir -vuela hacia el lago-. Ahora se aterrorizó. Algo que había aprendido de la vida era que jamás debería volar hacia el lago, ya que las luciérnagas pronto se cansan de volar y si no hubiese una ramita dónde posarse seguro se ahogarían. ¿Acaso era una invitación para el suicidio?. Después de reflexionar Lucy pensó que nada perdía con escuchar a su voz interior. Confió y comenzó a volar hacia el lago.
Justo al llegar a la orilla una intensa luz destelló cerca de ella, volteó pero no vio a nadie. Volvió a dirigirse hacia el lago y de nuevo la luz más hermosa que jamás había visto, volvió a deslumbrarla. ¿Podría ser esto verdad? –se preguntó-. No había duda, al verse reflejada en el lago, Lucy pudo constatar que la más bella luz, mágica, intensa y resplandeciente venía de ella misma.
Una gran alegría inundó su corazón. Ella lloraba pero de felicidad. Jamás había sentido tanta emoción en su corazón y comenzó a darse cuenta de todo el potencial de su interior. Ahora comprendía que la universidad de la vida enseña pero la universidad del corazón la había formado desde su interior.
Nunca más volvió Lucy a ser como antes y ahora vivió orgullosa de saber quién era en realidad. FIN
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