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miércoles, 13 de abril de 2011

Maltrato invisible

Maltrato invisible

Gaudi Rodríguez Juárez*

Publicado en periódico el Correo, sección “Hilar y deshilar”. Domingo 9 de julio de 2006





La violencia familiar tiene una característica de los microorganismos: ha existido desde hace mucho tiempo, pero solo hasta hace poco se ha descubierto. Y es que juntar ambas palabras (“violencia” y “familia”) resultó muy difícil debido a que durante una larga época la familia fue considerada como un espacio idealizado, de crecimiento y realización afectiva para sus miembros, de donde emanaba amor, respeto, comprensión, seguridad, consideración, etc.; mientras que la violencia era concebida como una cuestión del espacio extra-familiar o público, algo que solamente existía en las guerras, en las calles o barrios peligrosos y que era ejercida por personas delincuentes o trastornadas mentalmente. Investigadores del tema explican que durante ese tiempo la visión sesgada de la realidad familiar retrasó la posibilidad de hacer visible la otra cara de la familia: como un entorno potencialmente nocivo en el cual también se pueden violar los derechos humanos, en el que se puede experimentar desprotección, miedo e inseguridad y en el que se puede aprender la resolución violenta de conflictos interpersonales. Demasiado trabajo ha costado reconocer que uno de los principales espacios de violencia es el doméstico, y que los generadores son gente común y corriente: hombres, mujeres, pobres, ricos, eruditos, ignorantes, empleados, desempleados, sanos y enfermos mentales, alcohólicos y no alcohólicos, es triste pero es real.

Aun en la actualidad hay quien se resiste a aceptar que en muchas familias existen tantos malos tratos. Esta actitud suele estar sostenida por dos elementos  significativos: 1) Tratar mal a las personas consideradas más débiles, ha sido algo constante en la historia de la humanidad, por lo tanto, este tipo de trato se ha llegado a considerar como normal o natural, y 2) Por carecer de herramientas y criterios para detectar los diferentes tipos de maltrato. Para descubrir la existencia de los microorganismos fue necesario inventar el microscopio, para dar cuenta de la violencia familiar se requirió de la elaboración de conocimientos e instrumentos de observación y detección; el problema estriba en que estos aun no han logrado popularizarse como el microscopio.

Es tan reciente el “descubrimiento” de la violencia familiar que aun muchos de los/as profesionales relacionados con su detección y atención (maestros, policías, psicólogos, médicos, jueces, trabajadores sociales, abogados, etc.) desconocen su dinámica, sus causas, consecuencias, mecanismos de acción, etc. Y aunque el concepto ya forma parte del vocabulario, sigue cargado de mitos que contribuyen a que el problema persista y se reproduzca: “¡Ese señor ayuda tanto a la gente, cómo es posible que lo acusen de maltratar a su esposa, algo ha de hacer ella para provocarlo!”, “las personas que tienen muchos estudios (en educación y salud), deben tratar muy bien a sus hijos”, “lo que pasa es que desde que existen los derechos humanos a todo le llaman violencia”, “mantener desinformada a la pareja acerca de los ingresos económicos familiares no es violencia”, “en la sociedad hay problemas más importantes por resolver, los casos de violencia familiar son pocos”, “el abuso sexual y las violaciones solo ocurren en lugares peligrosos y oscuros, y el agresor suele ser un desconocido”, “más vale un golpe a tiempo con los hijos”…

El maltrato físico es visible y fácil de identificar debido a que los golpes dejan marcas evidentes en el cuerpo de la víctima. Sin embargo, existe otro tipo de maltrato difícil de reconocer, me refiero al emocional, su reconocimiento se dificulta debido a que no deja inscripción en el cuerpo y debido también a que la víctima (y el observador), no tienen los elementos para relacionar o identificar los daños, podríamos decir que es un maltrato invisible, existe pero no se ve. Jorge Corsi señala que un niño puede estar gravemente dañado desde el punto de vista emocional y sin embargo no mostrar cicatrices exteriores. Puede estar sufriendo el efecto paralizante de sentirse despreciable, sin comprender ni poder explicar el por qué.

Ejemplos del maltrato emocional infantil son, la violencia verbal crónica, la falta de respuesta emocional a las necesidades de contacto afectivo, el constante bloqueo de las iniciativas infantiles, la ausencia de contacto corporal, la indiferencia frente a sus estados de ánimo, hacerlos testigos de la violencia cotidiana entre los padres. Decirle a un niño de manera constante y recurrente que es un idiota, que no sirve para nada, que no debió nacer; que no llore y se aguante como los hombres; presionarlo o avergonzarlo con tal de que sobresalga en la escuela, en el deporte o en la vida social; que el padre nunca lo abrace ni lo bese porque “no se vaya a hacer homosexual”; que los papás divorciados le obliguen a tomar partido por alguno de los dos; que al hijo adoptivo le oculten la información de su pasado o que le hablen mal de sus padres biológicos; que la mamá diga en presencia de su hija: “me chocan los días festivos porque se suspenden las clases y me tengo que quedar todo el día con esta chiquilla”, son más que golpes, son dardos o balas directos al corazón, a la psique, al espíritu, que originan heridas difíciles de curar, que en ocasiones duran toda la vida y que matan poco a poco el alma del ser humano.

Las características de la víctima y del victimario (edad, característica del vínculo, temperamento, etc.), así como la intensidad y frecuencia del abuso emocional, determinarán el nivel del daño, pudiendo ir desde ansiedad, inseguridad y baja autoestima, pasando por trastornos de la personalidad, dificultades para el aprendizaje, enfermedades psicosomáticas y depresión, hasta conductas delictivas, suicidad u homicidas.

Los expertos en el tema nos recomiendan revisar las nociones míticas que hemos aprendido desde los cuentos infantiles y los textos escolares que muestran a la familia como lugar ideal. Seamos concientes de que la familia puede ser un frondoso árbol donde guarecerse y también puede ser una cuerda que ata… que asfixia… que ahorca. Sembremos y trabajemos día a día para construir árboles, no este tipo de cuerdas.



*Director Operativo de Amigo Daniel, A. C

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